Memoria 2018: Avance Carta de Volun.

Ines Blasco.25-Jul, 20192018 , Memoria

En una ocasión, llegué a cosechar todo lo que creía que una persona puede desear: un buen puesto en un respetable estudio de arquitectura londinense diseñando la nueva sede de un banco alemán en plena City; un buen salario; un pisito idílico en la buhardilla de un edificio georgiano en buena zona y a poca distancia del trabajo; una cuidada decoración y algún que otro mueble inglés de madera… Lo tenía todo y sin embargo, nunca me sentí más infeliz que entonces: ¿Qué faltaba pues? Tardé meses en entender que era esa vida, la que todo me daba (mientras me vaciaba), lo que fallaba. Hasta llegué a cambiarme a otro trabajo aún más cerca (y mejor pagado) pensando que era “calidad de vida” lo que necesitaba. Resultó que la solución tampoco estaba en los añorados almuerzos caseros ni en la reducción de las infinitas horas extras de mi anterior puesto… ¿Qué faltaba entonces que ni el dulce aroma de ajillos fritos en aceite de oliva pudiera subsanar?

Una noche de viernes a principios de noviembre, aún dudo de si en éxtasis o en delirio, pero sin duda hastiada de esperar a Godot, por fin me atreví a preguntarme: “y tú, ¿qué quieres hacer?”  – “Trabajar en Madrid de arquitecto por un salario digno…aunque tampoco. Estar cerca de mi familia. Sentirme útil. Saber qué demonios hacer con mi vida. Encontrar sentido…”. Ya. “¿Y si quitas el dinero de la ecuación?” …- “¿Y olvidarme de pagar un piso, comer, ocio? …Entonces, algo de verdad útil. Sin ambages. Como irme de voluntariado”. “¿Volver a empezar? ¿Otra vez? ¿Otro país más?” –“Pero distinto. Esta vez, no por necesidad (bueno sí), pero de otra clase”.

Más que el miedo primitivo a enfrentarme a serpientes, leones, o mosquitos sedientos, lo que aquella noche me quitó el sueño fue cómo decírselo a mi madre (y un poco las mambas negras, para qué engañarnos). Para mi sorpresa, la mía, que luchó por anclar en Madrid (porque hasta Badajoz no llegaba tanta cuerda), primero a un marido trotamundos y después a sus cuatro hijos, resultó que no solo no se enfadó, sino que esperanzada, dijo que seguramente fuese la mejor decisión que haya tomado en mi vida: las madres, cuánto saben y qué bien nos conocen…

Dejé de trabajar un 21 de diciembre. Tras pasar las Navidades en España y aprovechar para conocer en persona a José María, Santiago y Ángel (al resto espero hacerlo muy pronto), volví a Londres a consumar mi Brexit y traerme los cuatro muebles que salvé. Constaté lo poco que pesa la libertad (y lo mucho que pesa un colchón). No voy a entrar en detalles sobre qué experiencias viví o cómo las sentí: darían para una novela y por lo que he aprendido este año, son tan subjetivas, que de nada servirían a un potencial voluntario. Basta decir que para mí, este año está siendo lo más cercano a volver a dejar de fumar (aunque un tabaco más intenso): Al principio, encontrarás molestias: ducha (cubos) de agua fría, escasez de agua potable, mosquitos, choque cultural, alguna que otra diarrea…Pero muy pronto todos estos incordios dejan paso a nuevos sabores, olores, sensaciones tan puras e intensas que no comprenderás cómo fuiste tan obtusa de no haber dejado ese humo denso y pestilente mucho antes….aunque algún día por despiste lo eches de menos.

Casi seis años en Londres bastaron para vaciarme. Seis meses después, desde Tanzania y con la vista puesta en Uganda, puedo afirmar que nunca me he sentido más llena. Si estás pensándolo, hazlo. Pero hazlo bien. No te vas a arrepentir.