Hasta siempre, Butare

Elena Moreno17-Dic, 2019

Los que me conocen bien saben lo poco que me “pegaba” esta aventura. Nunca en mi vida había hecho o me había planteado hacer un voluntariado de cualquier tipo en mi propio país, así que mucho menos en África. Definitivamente sentía que “no iba conmigo”, que era para otros. Sin embargo, basta con tener planes y una vida relativamente organizada, para que llegue alguien y lo ponga todo patas arriba. Conocí a Álvaro en julio de 2016, y no tardó mucho en hablarme de su experiencia en Costa de Marfil y de las ganas que tenía de volver a vivir una aventura similar. Dos años y medio más tarde, estábamos reuniéndonos con el equipazo de África Directo en Madrid y sentando las bases de lo que nos esperaba. ¿El destino? Butare, Uganda.

El único Butare que sale en Google Maps es el de Ruanda, así que en nuestra cabeza sólo había una página en blanco, sin fotos y sin las clásicas reseñas que ya nos hemos acostumbrado a leer antes de llegar o reservar cualquier sitio. Mucha incertidumbre. Si a esto le añadimos el hecho de que ninguna de nuestras profesiones era ni por asomo cercanas al mundo de la cooperación, los nervios por estar a la altura de las circunstancias eran más que evidentes. El 17 de abril aterrizábamos en Uganda y tres días después, llegábamos a nuestro destino final: un pueblito a más de 1.800 metros de altura y alejado de cualquier tipo de civilización. Un lugar con unas deficiencias y necesidades incuestionables. Teníamos mucho por hacer.

Dejamos atrás un trabajo estable de oficina, y mundo organizado y “normal” y con lo más importante, nuestra gente. No fue fácil, para qué mentir. La adaptación siempre cuesta, y quien haya estado más de una vez en África lo sabe. Es una filosofía distinta, una forma de trabajar muy diferente. Porque aquí el tiempo no vale nada, y lo que no se puede hacer hoy, se hará mañana. Cuando vienes del ritmo frenético de una ciudad civilizada esta parte es la que más cuesta. Vivimos en un mundo en donde las cosas las queremos para ayer y de una forma determinada. Y aquí esto no funciona. Calma y paciencia.

Poco a poco empiezas a entender su forma de vivir, de trabajar y el concepto que tienen de la vida. Y creedme que te das cuenta de que son felices y sobretodo, libres. Su bienestar depende de dos factores fundamentales, trabajo y comida, lo que hace que caigas en las infinitas cosas materiales que nosotros, por suerte o por desgracia, sumamos a esta ecuación.

El aprendizaje es constante, un toque de atención en todos los sentidos. Un proceso de maduración pleno, en donde te cambia la perspectiva ante cualquier tipo de problema que se presenta. Porque aprendes a simplificar esas cosas a las que llevábamos toda la vida llamando “necesidades” y valoras y seleccionas lo más importante. Y sobre el trabajo que realizas, no se me ocurren muchos más gratificantes. Hagas lo que hagas, desde coordinar un proyecto de rehabilitación de un edificio o llevar a un niño al médico, echas una mano. Y no sólo lo sabes, sino que lo ves, lo sientes, lo tocas. Porque existe la creencia de que, para venir a un sitio como estos, tienes que saber de ingeniería, agricultura o medicina. La respuesta es que, aunque saber de estos campos ayuda y mucho, no es lo más importante. Lo esencial es tener las ganas, la motivación y el amor por cambiar la situación que te has encontrado, y el resto sale sólo. Aquí tenéis el ejemplo.

Y por último deciros que no os compliquéis, venir aquí no es algo que todo el mundo se pueda permitir. Sin embargo, organizaciones como la que tengo el honor de representar hacen posible que podáis aportar vuestro granito de arena desde el sofá, la mesa de la cocina o desde la estación esperando el metro. Y el mayor ejemplo son nuestros amigos, padres, madres, tíos, primos y conocidos, nuestra gente. Los mismos que a pesar de los miles de kilómetros que los separaban de Butare, han estado muy presentes financiando las evaluaciones médicas y los tratamientos de los alumnos discapacitados, siguiendo su evolución y sus operaciones, dotando de audífonos a niños como Louis, posibilitando la construcción de las duchas y letrinas y haciendo realidad el primer y único parque infantil de la región.

Gracias África Directo por enseñarnos, acompañarnos y guiarnos en esta aventura.

Y gracias Álvaro por confirmarme lo que ya sospechaba, que esto es para toda la vida.

Hasta siempre, Butare.

Elena