Primer Mes en Mtendere

Lola Martinez Aragon01-Ago, 2017adultos , formación

Me llamo Lola, tengo 25 años, soy de Cartagena y hace un mes amanecía por primera vez en Mtendere (Malaui). Quién iba a decirme entonces que en tan solo 30 días viviría tantas experiencias. Mtendere en chichewa significa “paz” y es precisamente esta paz la que te invade desde que pones un pie en el Mtendere Community Hospital, un hospital en el distrito de Dedza regentado por las Teresians Sisters con el que colaboran Fundación Solidaridad Candelaria y África Directo.

formacion malawi

Esta colaboración consiste, por un lado, en un apoyo directo a las distintas actividades del hospital. En Malaui los hospitales no son públicos sino que los pacientes tienen que pagar por los servicios. Es por ello que desde enero de este año se está financiando las admisiones y las transfusiones de sangre del pabellón pediátrico, evitando, de esta forma que el coste de estos servicios constituya un desincentivo para llevar al hospital a los más pequeños. Son estas pequeñas cosas las que te hacen reflexionar sobre lo afortunados que somos por tener un sistema sanitario que no deja atrás a ningún niño por pocos recursos que tenga.
Por otro lado, se apoyan las actividades comunitarias que lleva a cabo el hospital con los grupos más vulnerables: albinos, huérfanos, enfermos con cuidados paliativos, etc. En estos programas se proporciona apoyo de distinta índole: escolar, con el pago de las tasas, uniformes así como a través de la distribución de material; sanitario, con ayudas para las revisiones dermatológica y oftalmológica que reciben los albinos; y nutritivo, mediante la distribución de maíz y semillas entre los beneficiarios para hacer frente a las épocas de mayor hambruna. Este maíz se obtiene, entre otros, de las huertas comunitarias que apoyamos en Fossa, Kanolo y Kaudzu donde, se proporciona a estas comunidades semillas, fertilizantes y demás materiales necesarios para las plantaciones y, posteriormente, se obtiene un porcentaje de la producción que consiguen recolectar (el resto de la producción se la quedan las propias comunidades).
Entre todas estas actividades también se encuentran las escuelas de adultos. Actualmente tenemos tres escuelas de adultos donde las mujeres acuden cuatro veces por semana a aprender el abecedario, leer, escribir, sumar, restar… ¡y hasta multiplicar! Es increíble ver cómo estas mujeres que, en muchos casos, no han recibido nunca una educación básica, ponen todas sus ganas en aprender de cualquier manera pese a estar dedicadas a sus familias las 24 horas. La educación que reciben es irregular dado que con motivo de la época de recolección y plantación muchas de ellas son incapaces de compaginar el trabajo en el campo con las clases y abandonan temporalmente la escuela, lo que dificulta su aprendizaje. Además, en dos de las tres escuelas no se cuenta ni tan siquiera con un espacio cerrado donde enseñar sino que una pizarra portátil y algunos cuadernos es suficiente para conducir las clases. Sin embargo, si acudimos a cualquiera de las clases de primaria de la escuela pública no es que las condiciones sean mejores…un sitio donde un niño comparte suelo con otros cien niños más y donde el profesor trata por todos los medios de lograr que los alumnos sigan adelante y que no dejen la escuela para dedicarse al negocio agrícola familiar. ¡Qué importante es la educación! Como dicen, es lo único que puede cambiar el mundo…pero si los que tienen que cambiarlo están estudiando en estas condiciones, el mundo está condenado a seguir como está.