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Mi paso por Same

Bego Galan30-Dic, 2017

Hablar de Same es hablar de Lorena. Me vais a permitir que me tome el atrevimiento de hablar de ella sin haberla conocido personalmente, pero lo que más me impresionó de mi paso por Same es la presencia de Lorena en cada rincón.

No la he conocido personalmente, no, pero aun así su muerte me impactó muchísimo, especialmente al saber que había trabajado tanto en los sitios a los que me dirigía, primero Same en Tanzania, y luego Alinafe en Malawi.

Puedo imaginarme el dolor de su familia, de la gente que la quería, pero no sé por qué creo que, a pesar del horror, entienden y encuentran consuelo al saber que murió haciendo lo que amaba. Una persona que acepta un trabajo en una zona de conflicto como Afganistán, con el único objetivo de mejorar la vida de personas vulnerables, es una persona que entrega su vida por los demás, y no en el sentido figurado.

Lorena ha estado mucho tiempo en Same, una ciudad al norte de Tanzania, donde se encuentra Mama Kevina Hope Centre, un centro de rehabilitación para personas con diversidad funcional.

Durante años colaboraba desinteresadamente como voluntaria de Africa Directo, como fisioterapeuta en distintos lugares del continente, dejando su huella en cada uno de ellos.

Pero es impresionante la marca que ha dejado su paso en Mama Kevina.

En una de mis paradas de mi viaje por el Este de Africa, tuve la suerte de pasar unos días en Same, donde las sisters de Mama Kevina y Mother Kevin, ambos proyectos apoyados por África Directo, me acogieron como en casa.

Mama Kevina es un lugar realmente mágico. A pesar de estar pocos días, el cariño y el calor con el que me acogieron hicieron que fuera duro irme de ahí, casi con ganas de salir corriendo para no volver a encariñarme demasiado y partir con pena al despedirme de las personas que ahí viven, cosa que no pude evitar.

Sister Febronia y las demás hermanas hacen un trabajo excepcional, y África Directo está ahí presente para apoyar parte de su funcionamiento.

Pocos días antes de llegar durante este verano de 2017, me enteré de la terrible noticia de la muerte de Lorena. Sabía que era muy querida en Same, hacia donde me dirigía, pero no podía imaginar hasta qué punto.

Tanto, que, de camino en el autobús, se sentó a mi lado un hombre Masai, con sus trajes tradicionales, su bastón, y su amabilidad característica de los miembros de su tribu. Empezamos a charlar un poco, y con mis pocos conocimientos de suajili le hice entender a dónde iba. Mi sorpresa fue inmensa cuando me dijo que conocía el sitio y a algunas de las hermanas, pero lo más impactante fue cuando en un momento dado de la conversación, me preguntó por Lorena. Me quedé blanca sin saber bien qué decir, y finalmente le comuniqué que había fallecido. La cara del hombre era de asombro y pena, asintiendo con la cabeza y mirando al suelo tras darle la noticia. Al poco rato se despidió amablemente y se bajó del autobús para seguir su camino, en medio de la sabana africana. Me quedé pensando en la casualidad de que un hombre que vive en medio de la nada, se suba a mi autobús, se siente a mi lado y me pregunte por Lorena, ahí, tan solo unos días después de muerte. Lorena no sólo dejó su huella en el centro de Mama Kevina, si no que hasta personas de zonas remotas la conocían y la querían.

Cuando llegué a Mama Kevina, conocí a los niños que viven ahí, niños con diversidad funcional, física y psíquica. Y todos y cada uno de ellos me trató como a un miembro más de la familia. Cuando me acercaba a pasar el rato con ellos mientras estudiaban y leían, me dolía la cara de reír, pasándonoslo como enanos mientras leía en suajili y ellos se morían de risa, o mientras me preguntaban sin parar cosas de España. Pero todos tenían la misma pregunta, “¿Conocías a Lorena? Aquí la queríamos mucho”. Cada uno con el que hablé me dijo su nombre en algún momento, y la recordaban con un cariño sobrecogedor.

Cuando Sister Febronia me hizo el tour por el centro, casi en cada instalación se emocionaba recordando el trabajo que había hecho ella allí.

Fue una estancia corta, pero en la que disfruté mucho de la magia de ese lugar, de la alegría genuina de los niños, del amor que transmitían y del cariñoso recuerdo de Lorena.

No tengo palabras para describir la noche en que después de los rezos donde cantamos y bailamos durante horas, salimos recorriendo el centro, en plena oscuridad todos juntos mientras Messe encabezada el grupo bendiciendo con agua bendita cada rincón y el resto de niños le acompañaba mientras cantaban. Es uno de los momentos mágicos que me llevo en mi recuerdo, como me llevaban ellos a mi cogida de la mano.

Lo mejor de conocer Mama Kevina es ver la oportunidad que tienen estos niños que viven ahí, en un país donde tener una discapacidad supone problemas que en España ni nos imaginamos. Pero gracias a Mama Kevina están cuidados, trabajan juntos, estudian, hacen collares y pulseras preciosos con cuentas de colores y acogen al viajero o voluntario como a un miembro más de la familia.

Además de eso, cada día reciben a distintos niños que viven en las aldeas cercanas para hacer sesiones de rehabilitación. Nacer con una discapacidad en una zona remota de África en algunos casos puede ser como morir en vida, pero gracias a lugares como Mama Kevina la desesperación se transforma en esperanza, en superación y en oportunidades de futuro para salir adelante.

Y a eso es a lo que se ha dedicado Lorena durante varios años de su vida, a trabajar por estas personas, siempre con una sonrisa y con un gran sentido del humor como muchas veces me repetían los niños.

A pesar de no haberla conocido, le doy las gracias por el trabajo que ha hecho, del que su familia y amigos deben sentirse tremendamente orgullosos. Y gracias a África Directo por apoyar proyectos como este, y de llevar al encuentro a personas excepcionales como Lorena y todos los que viven en Mama Kevina.

De voluntaria a voluntaria, gracias Lorena, nunca olvidaremos tu entrega y amor por los demás, y me tomo como un regalo personal el haber sido testigo de ello en mi breve paso por Mama Kevina Hope Center.

Asante sana.